ESTEBAN GAVA


El cielo gris cubría las filas de los nuevos reclutas convocados al servicio militar obligatorio . Frente a ellos, el teniente serbio gritaba a viva voz:

“Los que sean de la nueva fe, que den un paso al costado!”

Ser de la “nueva fe” significaba ser evangélico. Es paradójico que a la forma más primitiva de seguir a Cristo le llamasen “nueva”, pero sí era nueva para las regiones yugoslavas donde el avivamiento espiritual había creado iglesias fervientes y numerosas.

Después del grito del teniente, unos segundos de silencio y quietud en todas las filas permitían escuchar el vuelo mínimo de una mosca.

Hasta que el ruido seguro y decidido de los zapatos contra la tierra se dejó escuchar en medio de ese silencio dubitativo.

Stevo Gava había dado un paso al costado.

Aquellos cuyo pecho latía en medio de su indecisión, al ver la seguridad con la que Esteban (Stevo en serbio) dio a conocer que era “de la nueva fe”, tomaron confianza y le siguieron. Uno más. Y otro, y otro. Algunos quedaron a la derecha, y otros a la izquierda ...

El teniente se le acercó, y le pegó fuertemente un culatazo de su fusil en la cabeza. Cuando de despertó, estaba en la cárcel donde pasaría los próximos 5 años de su vida.

Los principios fueron más que duros, y de supervivencia después, llegó hasta comer ratas. Puesto a pelar papas, sólo le permitían comer las cáscaras crudas de las mismas, lo que llegó a ser un manjar.
Pero Dios sabía hasta donde él podía resistir, y preparó las cosas para que su situación fuese más tolerable.

Una tarde de sol, uno de sus superiores se bañaba en el río y arrastrado por la corriente comenzó a ahogarse y dar gritos de auxilio. Ante la mirada petrificada (o complaciente) de los demás presos, que observaban cómo se ahogaba su torturador, Esteban se quitó los zapatos y la camisa, se arrojó al río, y lo salvó.
A partir de ese incidente, su tránsito por ese infierno tuvo ciertos atenuantes: le permitieron tener una Biblia, y reunirse con otros presos para leerla y orar.

Su superior mandó le dieran un uniforme nuevo, y al hablar con él quizá por primera vez, descubrió que su oficio era el de chacinero.
Lo puso a elaborar chorizos y fiambres para el regimiento, pudo alimentarse mejor, y de ahí en más el flagelo físico era menor pero el emocional iba en aumento.

Sólo podía ver esporádicamente a su esposa Zivana a través de un alambrado, cuando los familiares de los presos por causas religiosas se acercaban para verlos de lejos, sin poder intercambiar palabras con ellos. Su esposa le alzaba en alto a su primer hijo, para que vea cuánto había crecido desde la última vez que lo vio.

Habían pasado 5 años, y llega la noticia de que un decreto del Rey Alejandro I otorgaba una aministía general a todos los presos por causas religiosas. Sin embargo, se sabía que ese decreto podía revocarse en cualquier momento, por eso la mayoría de los liberados se fueron inmediatamente del país.
La decisión estaba tomada: autoexiliarse de Serbia.

Cómo. Dónde. El Señor les mostraría el camino, y ellos lo sabían.

Sus suegros tenían una situación económica holgada, y le dieron a Zivana un adelanto de su herencia. Eso, junto con la venta de un terreno que tenían, les permitió juntar lo suficiente para emprender viaje.

Con el corazón que explotaba de júbilo, de la mano de su amada esposa y su hijo (como una familia normal) acudió al puerto a comprar el pasaje que los sacaría del país.

- Quiero 3 pasajes a Canadá, por favor-
- El próximo barco con destino a Toronto sale en tres semanas – le respondió la empleada
- Entonces, a cualquier ciudad de los Estados Unidos, cuándo sale el próximo?
- Tiene un barco rumbo a Nueva York, en una semana.

Pero esperar tanto podía significar volver al pasado...

- Señorita, cuándo sale el barco más inmediato?
- Mañana mismo, parte uno con rumbo a Buenos Aires, Argentina.
- De acuerdo, deme 3 pasajes a Buenos Aires por favor.

Y así fue como Esteban Gava junto a su esposa embarazada y su hijo Avenir, partieron en el año 1928 rumbo a un país absolutamente desconocido, con un idioma desconocido, y sin conocer a nadie que los pudiera recibir allí.

A pocas horas de haber zarpado el buque, le llega un mensaje al Capitán de que la aministía había quedado sin efecto y que varios de los pasajeros de su barco, de los cuales le daban nombre y apellido. deberían regresar a tierra. El los convoca y les pide explicaciones.

- No estuvimos presos por robar, matar, ni cosa parecida. Nuestro único “delito” fue seguir a Cristo y dar testimonio de él. Algunos de nosotros son predicadores, y otros fieles creyentes que sólo quieren vivir en paz y compartir con otros el mensaje de salvación.

Nadie sabe hoy cuánto tiempo meditó su decisión el Capitán. Seguramente fueron minutos, una hora quizá. Se acercó al encargado del radiotelégrafo y le dictó el mensaje (un mensaje de salvación): “Estamos en aguas internacionales, imposible volver”.

¿Cómo puede pasarse del gozo a la tristeza, y luego al gozo, y luego a la tristeza, tantas veces en la vida, subiendo a la cima y bajando a los profundos valles de la deseperación una y otra vez? ¿Qué habrá pasado por las mentes de los pasajeros durante esos momentos?

¿Cómo habrán festejado la decisión del Capitán de seguir viaje, con todo lo que eso significaba?. Lamento mucho no tener hoy el nombre del Capitán. Merece un recuerdo en esta página. Pero es posible que su nombre esté escrito en el Libro de la Vida. Porque su decisión, fue una decisión de vida.

La vida de Esteban Gava en Buenos Aires tuvo puntos en común con la de muchos otros inmigrantes de la década del 30, que llegaron sin nada y le dieron mucho al país.

Empezó hombreando bolsas en el puerto, luego, al aprender el español pudo ejercer su oficio de chacinero en el frigorífico La Negra de Avellaneda, en el que trabajó durante 30 años hasta jubilarse. Paralelamente, junto con su esposa e hijos, tuvo una carnicería. Y luego de jubilarse en La Negra, fundó el Frigorífico Monterrey.

Pero el trabajo por el que se lo recuerda hoy a Esteban Gava es su importante colaboración en la obra de la Iglesia Nazarena en la Argentina, en la que ha dejado su huella histórica e indeleble.

Cuando él y otros serbios llegaron a Buenos Aires, sus primeras reuniones de culto eran en casas de familia y, lógicamente, sólo en idioma serbio.

Es muy conocida la facilidad de los serbios para los idiomas, por lo cual aprendieron a hablar tan bien el español como cualquier argentino, y eso facilitó que en poco tiempo los cultos comenzaran a hacerse en español y a integrar a cada vez a más personas de fuera de la comunidad serbia.

Esteban participó activamente en la construcción de los templos de la Iglesia Nazarena en Sarandí y Morón , primero en su edificación, ladrillo sobre ladrillo, luego en los cultos, predicando y enseñando canto.

Cuentan que él tenía la facilidad de cantar en los 4 registros de voces, y una habilidad pedagógica extrema para lograr que alguien aprenda canto en sólo unas pocas clases.

Si hoy todavía se oye cantar a 4 voces con naturalidad y sin ensayo previo en los cultos de todos los domingos en muchos de los templos nazarenos, es por la “escuela” de Esteban Gava.

Stevo (Esteban) Gava y Zivana (Juana) Miloradov tuvieron 12 hijos:
Avenir, Adina, Esteban (fallecido a los 6 meses) , Esteban, Emilio, Daniel, Amelia, Elena (Pochy) , Nelly , Juan, Omar y Julia.

No es casualidad de que casi todos sus hijos se hayan consagrado al evangelio:
Esteban, Pastor.
Emilio, Pastor.
Daniel, Mártir de la fe
Juan, Pastor
Omar, Misionero.
Amelia fue maestra de escuela dominical.
Nelly fue organista de la Iglesia y directora coral. Y Julia maestra de Biblia.

Y todos fueron y son muy buenas personas.

Se podría escribir mucho más sobre Esteban Gava y su obra. Pero esta página sólo pretende ser un recuerdo que sirva de estímulo a los lectores para permanecer fieles a Cristo aun en las circunstancias más difíciles.

No quiero terminar esta página sin aclarar que “al lado” de todo gran hombre hay una gran mujer. Vayan estas palabras como reconocimiento a la memoria de su fiel compañera, en las buenas y en las malas, Zivana.

 


El ejemplo de Esteban Gava fue pronto imitado por su hijo Daniel,
de quien hacemos memoria también en esta página.

Esteban Gava nació en Banach, Serbia, el 15 de enero de 1899, y murió en Buenos Aires, el 23 de junio de 1965.